lunes, 29 de agosto de 2011

Algunas consideraciones acerca del futuro del libro.


Como definición se podría decir que un libro es una obra escrita, impresa o pintada sobre láminas de un material adecuado, pergamino, papel u otro de superficie lisa, unidas por un lado y provisto de cubiertas.
Por lo tanto la condición de libro estaría determinada por su condición física, su forma y fabricación.

Pero, si extendemos el concepto de libro hacia los orígenes de la palabra escrita, podemos llamar también "libros" a las obras que tecnicamente no lo son.
Los primeros materiales que usó el hombre para intentar transmitir sus ideas a otros, pero de manera que perduraran en el tiempo fueron los que encontró más a mano, la piedra y la tierra. Así, si consideramos que las pinturas de las Cuevas de Altamira contienen una narración, no sería demasiado exagerado pensar que constituyen una forma primitiva de "libro".
Por que libros son también, como colección de escrituras, las tablillas de arcilla, las tablas enceradas, las láminas de corteza de árbol y los rollos de papiro y los de pergamino.
El libro como lo conocemos hoy tiene su origen en el códice medieval y tomó su forma definitiva en el siglo XV, conservándose con pocas variaciones hasta pasada la mitad del siglo XX.
En algún momento la necesidad de conservar en poco espacio una gran cantidad de libros o documentos llevó al desarrollo del libro en microfilm, técnica fotográfica que permite la consulta o lectura mediante visores especiales.
Pero es cuando aparece el computador, que el libro toma una nueva y revolucionaria forma, el libro digital.
El libro digital es la expresión virtual de un libro impreso, es decir que en una pantalla se pueden hacer aparecer las páginas de una obra como si se tratara de páginas impresas, las que se pueden leer en forma relativamente fácil.

Pero una vez aparecido este nuevo formato de "libro", el llamado e-book (o libro-e) comenzó casi de inmediato la controversia entre sus defensores y sus detractores, cada uno de ellos tan apasionado como el otro.

Desde el punto de vista de los detractores del e-book, el libro tradicional mantiene su valor debido a más bien a consideraciones de tipo romántico, el placer de "sentir" el libro en las manos, el pasar las páginas con el dedo y el olor del papel, principalmente. Considerándose en contra del e-book aspectos tales como su frialdad al tacto, su falta de textura o la dificultad física que se puede tener para leer en una pantalla.

Pero si se trata de predecir el futuro del libro, indistintamente de su forma material, arcilla, papiro, pergamino, papel o bytes, es notorio que el e-book está ganando terreno rapidamente.
La primera ventaja del e-book es, de todas maneras, la cantidad de espacio que ocupa, cualquier biblioteca que pretenda albergar 20 mil libros necesitará de un gran espacio físico, mientras que 20 mil e-book, dependiendo del formato en que estén, pueden ocupar entre 5 y 20 gigabytes, y 5 gigabytes no necesitan ya de un disco duro entrando perfectamente en un simple pendrive o en una tarjeta SD. Si eso no es una ventaja, no se que podrá serlo, considerando todavía que si alguien prefiere el libro impreso, puede imprimirlo incluso en su casa.
Otra ventaja es la disponibilidad, no es necesario concurrir a una librería para adquirirlo o a una biblioteca para leerlo, las comunicaciones actuales permiten su descarga directa al computador o al lector electrónico.

También es muy importante considerar una ventaja que hace al libro electrónico definitivamente insustituible (por el momento) y es su facilidad de consulta. Cualquiera persona que haya tenido que estudiar gastándose largas horas de biblioteca pasando páginas y páginas de numerosos libros, solo para rescatar de ellos las páginas que le interesaban, que haya visto retrasados sus trabajos porque el que pidió el libro antes se demoraba en devolverlo, que simplemente no pudo consultar un libro determinado porque no estaba en su biblioteca,  ¿cómo podría pensar que no es una maravilla el poder tener en la palma de la mano una biblioteca completa, rápida y fácil de consultar?.

Ahora, uno de los argumentos muy socorridos por los defensores del papel es la dificultad para leer en una pantalla. Concuerdo con que leer en una pantalla de monitor (de los antiguos) no solo es cansador sino también dañino, pero la tecnología actual ha avanzado de manera que ya quedó atrás ese leer un libro en una pantalla de computador y ahora existen dispositivos diseñados especialmente para leer en ellos, contando con ventajas tales como la llamada "tinta electrónica", que entre sus características tiene la de no cansar la vista.

Que estos dispositivos sean todavía costosos no es un argumento en contra del e-book, es un argumento en contra de su costo, y por lo demás bastante relativo, porque si alguien se queja de que un lector puede costar tranquilamente 150 dólares, yo le puedo decir que la última vez que fui a una librería con los mismos 150 dólares podía comprar, como mucho, cuatro libros.

Ahora, que la tecnología no está ni estará por el momento al alcance de todos, es verdad, pero eso involucra aspectos sociales y económicos que nada tienen que ver con el libro en sí.
Lo mismo vale para lo que significan los derechos de autor y la viabilidad de las empresas editoras. Esos son aspectos legales y comerciales ajenos a la comparación o la competencia entre el papel y la electrónica como medio de almacenamiento del conocimiento humano.

Creo que el futuro del libro está claramente en el medio digital, mientras no aparezca otro distinto y mejor, no hay manera de detener su progreso y, los esfuerzos de algunos para impedirlo, me parecen tan infructíferos como los de los copistas por impedir la difusión de la imprenta o los de los dueños de empresas de diligencias para detener el ferrocarril.

Jenofonte

lunes, 22 de agosto de 2011

Paridad y discriminación positiva

Es obvio que la mujer sirve para algo más que parir,cuidar niños y enfermos de la familia y las tareas domésticas.La sociedad va, lentamente,reconociéndole valores intelectuales que la capacitan para compartir con los hombres, y a todos los niveles,cualquier actividad socio-económica, política, cultural...Ser parte activa, sin discriminación alguna, es un derecho que se abre paso en una sociedad democrática, pero sin que todavía se haya conseguido la igualdad entre hombres y mujeres.
La escasa presencia en órganos de gobierno e instituciones;en los Consejos de Administración de las grandes empresas y, en general, en cualquier cargo de alta responsabilidad -estamentos que crean los modelos socio-económicos que configuran una determinada sociedad- evidencia que las mujeres tenemos unos derechos que conquistar.

Fue necesaria la Ley de Igualdad que, entre otras medidas a favor de la igualdad, estableció la "Paridad" y la "Discriminación positiva" en favor de la mujer, para abrir camino a la representatividad en los órganos de gobierno y las listas electorales.

Estoy en desacuerdo con estas dos medidas, porque lo que es un derecho no debe aparecer como "regalo".Si la sociedad es mixta y democrática, mixto debe ser su gobierno, sus instituciones públicas y privadas, sin llegar a un cálculo matemático, exacto,para equilibrar la balanza.

La Paridad ha convertido a algunas féminas en "mujer-florero"; en relleno para cubrir las apariencias de democracia y en repetidoras de las consignas del partido que las "promociona".

Hay mujeres altamente cualificadas, profesional y humanamente, pero su presencia en cargos directivos es mínima y, en algunos sectores, nula.

-¿A qué es debida esta marginación?
-¿Están los hombres dispuestos a compartir poder con las mujeres, e incluso ser sus subordinados?
-¿Es necesario apoyo legal para conseguir la igualdad?
Espero vuestras opiniones. Gracias.

Saludos.
Fany

SI EXISTIERA MAÑANA...


Una amiga me mostró un pequeño relato que escribió, apenas unas líneas en las que mostraba las distintas etapas por las que una persona enferma de cáncer pasaba: silencio, auto cobijo, lucha, aceptación y vivir el hoy con la incertidumbre de la existencia de un mañana.
Y, a mí, el relato me hizo reflexionar; incluso reí cuando se despedía del cangrejo con ternura, como un compañero. Es una mujer a la que le gusta reir y jugar con la vida, segura estoy que también lo haría con el cangrejo-cáncer.
Con su permiso lo pongo a continuación porque una vez pasada cierta edad, hay personas a las que no les da miedo la muerte, sino la muerte lenta; otras temen a la muerte y no a la enfermedad contra la que, creen, pueden luchar; las que más temen a las dos y pocas a ninguna.
Se habla mucho de la muerte y poco de la anterior etapa. Algunos, como la protagonista del relato, preferirían la soledad; otros una mano querida que les limpie el sudor y les sonría y, unos pocos quieren que se les acompañe con dolor y en él.
No es un tema divertido pero ¡es tan humano!, más que el amor, la maternidad o la política; más que el odio o el sexo. El final de nuestras vidas es el acto más importante en nuestra historia.
Os dejó el texto, e imitando a nuestro amigo Luis, la alternativa.
      “Siento paz tumbada en la arena. Abro los ojos y el sol me obliga a cerrarlos nuevamente.
      Han pasado dos horas o dos días o toda una vida desde que, cansada, dejé de andar por la orilla.
      Ya no me duele la palabra maldita, nada me hace daño, nadie podrá herirme aquí.
      Sigo respirando el aroma a mar, sigo oyendo el bramido del agua que asusta al mundo y a mi me acuna. Como cuando llegué, como cuando paseé, como cuando caí.
      Hoy estoy sola en la playa; sola en la arena, sin la palabra.

      Sola.

      Ladeo la cabeza y cambio de posición. Mejor así, acurrucada, con mis manos juntas sirviendo de almohada y mi trenza deshecha. Una imagen blanca con pinceladas negras y un fondo azul en un blanco lienzo.

      Tranquila.

      Las gaviotas gritan a coro esa palabra. Una palabra en graznidos que se ríe de la mujer de la arena. 
      Desearía matarlas a todas y volver a escuchar la balada dulce del agua. 

      Aún respiro, veo y oigo. Aún puedo emocionarme y cambiar de postura. Aún puedo sentir y odiar. Podría, sin duda, amar. 

      Hoy vivo.

      El cangrejo llega torpemente a mi lado, me mira con sus ojos negros y me recuerda la palabra: cáncer.
      Le sonrío, me levanto y me despido: "hasta mañana, cangrejo".

      Si mañana existiera.”

Julia

lunes, 15 de agosto de 2011

Homosexualidad 3

(Comentario extenso sobre el mismo tema)

Permítanme una previa reflexión semántica.
Uno de los significados del término “hétera” es prostituta, ¿Heterosexual es prostitución sexual?
También “hetero” significa diferente, desviado, contrario a “orto”, lo considerado auténtico y veraz. Si es así, “lo biológicamente normal” sería ortosexual, siendo heterosexual la homosexualidad, “lo biológicamente distinto”.
¡Déjenlo!, es puro entretenimiento semántico.
Solo puntuaré algunas cosas:

1º.- No dije que la moral cristiana impregnara nuestra sociedad sino que nuestra convivencia es su producto resultante. Obviándo acciones indeseables puntuales de los poderes religiosos (la Iglesia es otra cosa), toda nuestra sociedad, desde su origen, es el compendio de su cultura, sus costumbres, sus leyes, sus ciencias, sus creencias, sus miedos, sus éxitos, sus fracasos; y, para bien o para mal, ha sido, y es, la más estable y la que ha permitido el progreso moral, científico, tecnológico, intelectual y artístico mayor del mundo. Esa sociedad, mosaico de creencias, intereses y pasiones, ha ido generando ideas, pensamientos y propuestas que, sorteando intransigencias de toda índole que se empeñan en dar saltos traumáticos que arruinan su progreso, ha confeccionado una forma de convivir relativamente estable que ha permitido florecer la sensatez, la solidaridad, la ciencia, la creatividad y el arte. Esa es la sociedad en la que estamos todos, la que sufrimos todos, la que gozamos todos. Y aceptamos que hay cosas que se pueden mejorar, pero desde la convivencia, no desde el enfrentamiento sectario, no desde la lucha de ideas. Por eso tenemos que reconocer nuestra participación y responsabilidad compartida. No vale bajarse del metro que te sirve de transporte para echarle la culpa a los de dentro de la peste del vagón.

2º.- ¡Hay que condenar al pederasta! Me sorprende esta afirmación porque no guarda relación con la línea argumental. ¿Por qué hay que, no solo censurar su esencia sino nada menos que condenarlos? Su “inclinación sexual” también le viene impuesta biológicamente y, como el homosexual, también tiene derecho a que la sociedad reconozca y acepte su forma comportarse libremente. De acuerdo, consideremos la pederastia como una violación, condenable a todas luces, de la intimidad física y moral de un menor y que tal perversión sexual no es exclusiva de los homosexuales, pero, ¿qué me dice de los necrófilos o los que practican el bestialismo, cuyos sujetos pasivos ni sienten ni padecen?, ¿también podemos asistir impasible a una escena de sadismo en cualquier plaza pública?, ¿debemos achacar a la “apestosa” sociedad su falta de libertad de expresión?, ¿debemos, sin más, atender sus peticiones?, ¿qué inclinaciones sexuales deben permitirse y cuáles no? No es fácil posicionarse; debemos ser cautos antes desautorizar a los que no están en la misma sintonía.

3º.- En mi ejemplo taurino no pretendía exponer la hipocresía, sino la imposibilidad de conciliar en un mismo individuo sentimientos encontrados producidos por un mismo acontecimiento. Es la esquizofrénica ambigüedad en la que nos movemos que impide decantarnos en uno u otro sentido. Solo los perversos, ocultando el sentimiento que le estorba, muestran rampantes los que le interesan, se instalan en la infalibilidad de criterios e imponen tendenciosamente el maniqueísmo de buenos y malos; y muchos son los necios que lo abrazan de forma irreflexiva convirtiéndose en gregarios de ese sectarismo que les asegura la posesión de la verdad.

4º.- Me reafirmo en que son las minorías marginadas, que pretenden ser aceptadas en una sociedad hecha y asentada, las que deben hacer notar la ausencia de perjuicios en su comportamiento. Pero los grupos reivindicativos homosexuales lo hacen, a mi juicio, de forma inadecuada, exhibiendo su parte chocante y fea. De acuerdo que la ordinariez es una manifestación común, pero los homosexuales son los que exigen la aprobación general en este caso y de esta forma no solo no convencen a la mayoría razonable sino que dan alas a los intolerantes. Por otro lado, hay hechos evidentes que permiten deducir que un determinado conjunto homosexual se comporta como un grupo fáctico, controlando determinados sectores importantes de actividad civil (medios audiovisuales, por ejemplo) que, paradógicamente, conducen de forma sectaria cuando no mafiosa. Podría aducirse que son infundios sin bases reales; de acuerdo, pero real o ficticio es un handicap para procurarse la simpatía del colectivo y debe apresurarse a eliminar tal sospecha.

5º.- Finalmente, me declaro incompetente no solo para enjuiciar sino para tomar decisiones respecto a aceptar socialmente estas formas minoritarias de ser diferentes. Pero también soy sociedad y no pretendo salir de ella y colocarme enfrente para espetarle que es hipócrita. Yo, también, formo parte de esa hipocresía y, aunque lejos del “apestoso” puritanismo, comulgo con ese sector importante de la sociedad que se muestra reticente a compartir mesa y mantel con el libre comportamiento público de los homosexuales; un sector que tiene criterios con raíces éticas y racionales que merece la pena defender. Y, desde esa posición, insisto, creo que es un error el enfrentamiento. Sé que hay homosexuales con la capacidad moral e intelectual suficiente para que, anulando la bajeza y zafiedad del grupo, nos lleven a la sociedad indecisa al convencimiento de que no hay motivo para el miedo y el rencor; que es la tolerancia y generosidad la única salida a los necios enfrentamiento inútiles. Todos, repito todos, somos sociedad y tenemos responsabilidad en su esencia, su evolución y su destino.

En lo personal soy prisionero de mis vivencias, de mi tiempo y de mis sensaciones y, a estas alturas de mi vida, no soy sectario, ni gregario, ni tengo interés en marcar tendencias. Me considero un escéptico al respecto, y, venciendo mi natural repugnancia por determinados comportamientos, me esfuerzo en abordarlos con curiosidad, razonamiento y comprensión, pero ya sin prejuicios ni apasionamiento.

jueves, 11 de agosto de 2011

Homosexualidad 2


(Texto demasiado extenso para el comentario. Esta es un comentario del tema anterior.)


Acostumbramos a vestir de humanas nuestras creencias; adjudicamos defectos o virtudes a la sociedad como si de una persona se tratara. Y decidimos que es un conjunto perverso que margina (cuando poco) a los individuos homosexuales, precisamente ¡porque es perversa!

Es cierto que existen aún sociedades primitivas en las que predominan normas poco evolucionadas basadas en dogmas religiosos o convencimientos exotéricos. En el origen de la nuestra, indudablemente judeocristiana, los individuos se libraban de la exterminación a manos de la violencia externa o las enfermedades gracias a la protección de Dios que los salvaba como pueblo, de forma conjunta, siempre que cumplieran Su Ley. El incumplimiento de la misma —el pecado— por parte de uno solo afectaba a toda la comunidad, de ahí que “había que velar” por que ningún individuo pusiera en peligro la salvación común (algo así como los comisarios políticos cubanos). Había experiencia suficiente para creer que era cierta la ira divina ante el abandono y la traición de algunos de los suyos: plagas, mortandad, derrotas bélicas, incluso destrucción material y social total como el exilio babilónico; y, específicamente, la desintegración salina de Sodoma y Gomorra a causa de la “desviación moral homosexual”.

Es verdad que la evolución de la condición humana ha permitido horadar la permeabilidad social con valores adquiridos, pero queda ese sedimento cultural que sigue teniendo un considerable peso específico. Y, como en toda sociedad, gente interesada toma su bandera y crea no solo organismos oficiales —Estados confesionales, Iglesias— sino grupos fácticos que impregnan todos los sectores sociales (puritanismo).

El puritanismo sostiene que cierto tipo de actos, aun no teniendo efectos negativos visibles en nadie, son intrínsecamente pecaminosos y han de impedirse a toda costa, penalmente si es posible y si no mediante la opinión pública respaldada por la más variada presión económica (definición de Bertrand Russell). Y, aunque, como poder fáctico ha librado batallas beneficiosas para la sociedad (esclavitud, democracia), en la actualidad es un obstáculo importante para la conciliación del orden público con el respecto y la libertad de las minorías.

A diferencia de la sociedad china, que, impregnada de la filosofía de Confucio, ¿sigue? una única regla moral teórica y práctica, la influencia cristiana de la nuestra, con una moral teórica imposible de cumplir, necesita otra de andar por casa, más asequible, pero que hay que mantener en el anonimato (hipocresía); y esta es la opción que le ofrece a la homosexualidad como a otras tendencias generadoras de pecado.

Opiniones como las vuestras, o las mías, no tienen trascendencia; no son más que duelos al sol o palabras al aire que, como mucho, calman las conciencias o aparecen como “progresistas” ante las demás. En realidad, confesémoslo, los defensores de la homosexualidad no saben defenderla o, en el fondo, no quieren hacerlo: también son hipócritas.

Shakespeare, en “El sueño de un noche de verano”, identifica tres facetas del individuo: el lunático, el amante y el poeta; las tres imaginativas y pertenecientes al mundo de las sensaciones. Casi nunca pueden presentarse juntas, siendo una de ellas incompatible con las otras; por ejemplo, un taurino como yo, quisiera enfatizar el arrobo que me produce una verónica de Morante de la Puebla, pero necesito eliminar el castigo al animal para sentir “el duende” del lance; en cambio, un antitaurino señala con vehemencia y distorsión el castigo como único objetivo del torero, necesitando para ello la eliminación de la sensación artística que otros sienten. Ante la homosexualidad pasa igual: Todos queremos para ella libertad de actuación —máxime cuando es una necesidad impuesta—, igualdad de derechos, consideración y aceptación social, pero al mismo tiempo, queremos eliminar “la locura” de la misma: la pederástia, la exhibición obscena, el acoso. Y, en ese terreno se mueve la inmensa mayoría: dar libertad de actuación pero poniendo límites a un comportamiento que es, en realidad, poner la valla más allá, pero no quitarla.   Y, en la gama de lo aceptable a lo intolerable, este límite a la obscenidad deseado por todos es tan subjetivo como cada uno de nosotros que también tenemos derecho a manifestarnos y a exigir, dicho sea de paso.

Desgraciadamente, a diferencia de rebeliones opositoras laborales y económicas, la homosexualidad no ha tenido, ni tiene, una organización seria que la defienda y, por tanto, sigue marginada como antes lo fue el trabajo y la pobreza. Pienso, espero y deseo que, el necesario movimiento serio, integrador, eficaz, cualificado, tenga que surgir del conjunto homosexual, no de la sociedad; y deba partir del esfuerzo enriquecedor personal (intelectual ya lo es) y de autocontrol para hablar de tu a tu a resto social; pero debe alejarse de las luchas de sexo, de la ordinariez, de la prepotencia, de la imposición de sus ámbitos y costumbres como, desgraciadamente, viene haciendo mostrando maneras soeces, impertinentes y, en definitiva, contraproducentes.