martes, 11 de junio de 2013

AIRE, LUZ, FLOR Y TIEMPO

                                                         Editado por Julia


La pequeña María toma las manos de su madre —grandes, enrojecidas, estriadas, con los dedos gruesos y las uñas rotas— y hace que rodeen su carita sin sentir que raspan sus mejillas. Es aire, luz y flor quien la acaricia por breves momentos porque son manos demasiado ocupadas. Y a ella, cada día, le hubiera gustado ser camisa para planchar o suelo y plato que fregar.

      Pasa el tiempo, la silueta de la niña se redondea y sus senos se llenan mientras la espalda de la madre se curva y su piel se arruga.

      El calendario se retuerce en una espiral que se percibe como una línea. Otra pequeña María toma las manos de su madre —grandes, blancas, suaves, con largos dedos y uñas cuidadas— y hace que aire, luz y flor rodeen su rostro por breves momentos porque son manos demasiado ocupadas. Y a ella, cada día, le hubiera gustado ser enfermedad que diagnosticar o enfermo que sanar.