viernes, 19 de julio de 2013

Aniversario


Hoy hace dos años (19 de julio de 2011) que iniciamos este foro de debate.
Ha sido objeto de 11.763 entradas, principalmente de los siguientes países:

España                    7.522
Chile                       1.654
EE UU                    1.535
Francia                      405
Rusia                         236
Alemania                  120
Argentina                   57
Colombia                   50
México                       40
Rep. Dominicana       12



Creo que es momento de agradecer a todos los que, de una u otra forma, participáis en este foro haciendo de él un espacio donde se dan cita pensamientos de gran nivel cultural y opiniones interesantes, razonadas, ponderadas y honestas.
Habéis creado una especie de “microclima intelectual”, no fácil de obtener y que, creo, merece la pena mantener a salvo de tanta frivolidad, mediocridad e intereses espurios que pululan por la red.

Gracias, Fany, Romero, Julia, Jenofonte, Rogelio, Tono, Carlo, Caleidoscopio, Calotipo, Pepe Herrera, Raúl Cordero, elrisco, Calima, Iris, José María, jmdelatorre, Fernando, Cronos, ...y algún anónimo (quizás se me pase alguno). Este es vuestro espacio.

Un abrazo individualizado.

Luis Vázquez

jueves, 18 de julio de 2013

¡Despierta, Lutero!

Hacía mucho tiempo que no veía la palabra Indulgencia, supe, más o menos, de que se trataba, cuando estaba por allá, hace mucho tiempo, en los caminos del Catecismo. Luego volvió a aparecer mientras estudiaba la historia de la Reforma, como una de las causas primeras del disgusto de muchos frente a la manera de como Roma conseguía los recursos para sus monumentales obras.

La doctrina de las indulgencias forma parte de la teología católica en lo referente al pecado, la penitencia y el perdón.
Se trata de que si bien mediante el Sacramento de la Reconciliación (antes llamada Confesión) los pecados son perdonados, este perdón no significa que la cuenta haya quedado saldada completamente, se debe primero cumplir una "penitencia" y, después el alma del pecador debe cumplir una especie de condena en el Purgatorio, dónde, en base al tiempo de permanencia, "purgue" definitivamente sus pecados y logre el paso libre al cielo (o paraíso, si se quiere).

Una indulgencia (benevolencia, favor) permite al que la recibe disminuir su estadía en el Purgatorio, es decir, acortar el tiempo. Algo bueno, si los pecados han sido muchos.
Las indulgencias se pueden conseguir de diferentes maneras, por ejemplo haciendo una peregrinación a un Santuario, cumpliendo con rezos sistemáticos, observando algunas conductas piadosas. Hasta ahí todo bien, porque estas actividades tienen implícito el propósito del pecador de hacer algo consecuente con lo que dice creer.

En algún momento, a algún ingenioso se le ocurrió la idea de conceder indulgencias a cambio de un donativo. El negocio funcionó, es decir que había gente dispuesta a pagar para rebajar su estadía en el Purgatorio (cuya incomodidad era convenientemente condimentada por el vendedor). Bien estimulada con buenos y convincentes sermones, el dinero comenzó a entrar en las arcas, lo que permitió, por un lado construir magníficas basílicas y por otro, que los príncipes de la iglesia pudieran llevar una vida de lujo y libre de preocupaciones monetarias.
Lo malo es que sucedió lo de siempre, dinero llama dinero, nunca es suficiente, y comenzaron a utilizarse revolucionarias técnicas de mercadotecnia para aumentar las ventas, ahora podía incluso comprarse indulgencias por pecados por cometer, es decir, pagando por adelantado. Esto tuvo tamaño éxito, el dinero entraba. Pero al final le costó a Roma una revolución, la Reforma, que le quitó de las manos la mitad del mundo que creía tener absolutamente dominado.
El Concilio de Trento puso fin (algo tarde pero nunca demasiado) a la venta de indulgencias, y estas continuaron formando parte de la teología católica pero ahora de manera muy suave, es decir de nuevo entregada a cambio de actos piadosos.

Pero hoy he leído una noticia que me llenó de sorpresa: El Vaticano anunció el miércoles mediante un decreto del Tribunal de la Penitencia que el Papa concedería indulgencias plenarias a sus seguidores en Twitter.
Si bien el presidente del Consejo Pontificio se ha apresurado a aclarar que para ganar las indulgencias los fieles deben estar "arrepentidos y contritos" de sus faltas, deja también claro que se debe ser "seguidor" de la cuenta de Twitter del Papa.
No hay pago monetario de por medio, eso sí, pero el tener una cuenta de Twitter ¿no implica una especie de pago?
Me da mala espina todo esto, porque creo que está abriendo las puertas a toda una gama de posibilidades.
Yo entiendo esto de la culpa y el perdón. Si alguien me hace daño y después me pide perdón, mostrando arrepentimiento y buscando compensar el daño causado, ya sea mediante acciones reparatorias y/o cambiando de conducta, ya veré si lo perdono, eso dependerá de mi manera de ver las cosas. Pero no creo que esté dispuesto a perdonar a alguien bajo su promesa de seguirme en Twitter, porque lo vería ridículo, no habría proporción entre la falta y la reparación. Sería demasiado fácil para el ofensor hacerse perdonar mediante tan miserable subterfugio.
Pero hay alguien en el Vaticano que no piensa lo mismo, y ahora propone vender indulgencias a cambio de un "clic". Hace tiempo que Roma se está buscando una nueva Reforma, no vaya a resultar que un día de estos aparezca un nuevo Lutero.

domingo, 7 de julio de 2013

La devaluación de lo íntimo

 
  Lo íntimo se pierde cuando se expone a la mirada de los otros.Vemos en la TV y otros medios informativos y de comunicación, la exhibición de aspectos de la vida íntima de las personas, presentados como espectáculo. Programas de gran audiencia que desnaturalizan el concepto de intimidad, al hacerla pública e intrascendente y, lo que es peor, al mercantilizarla.

El terreno de lo íntimo se ha restringido tanto, que podría decirse que no existe como valor social ético y moral. Se toma como propiedad privada y, como tal, puede exponerse a la curiosidad de los demás, bien por interés material, o bien por exhibicionismo, o porque ha perdido su carácter íntimo al haberse hecho público repetidamente a través de los medios y las redes sociales.

El ciudadano relaja su guardia, impotente, pensando que su intimidad ya no le pertenece en exclusiva, o ya no es el dueño absoluto de ella. Está convencido de que el "gran hermano" espía nuestras vidas y que nuestra intimidad está registrada en los archivos del Poder y al alcance de muchos en las redes sociales y en los buscadores de Internet. Ha perdido valor para él mismo.No le importa mostrarla porque ha perdido la conciencia de lo que debe permanecer apartado de la mirada de los demás. La banalización de lo íntimo ha abierto las puertas al exhibicionismo y a la mercantilización de las emociones.Se ha pasado de un exagerado secretismo a un burdo destape emocional.

He oído alguna opinión sobre lo beneficioso que puede ser para sensibilizar a la sociedad respecto a cuestiones íntimas y cómo se abordan, o se lucha para superarlas, como en el caso de una enfermedad o una situación familiar difícil.Mostrarlas, sin morbo, puede generar empatía y generosidad, porque al conocer parte de la intimidad de una persona, nos acerca y sensibiliza. Pero creo que esto son excepciones.

Vender la intimidad, o utilizarla, como hacen los políticos, para convertirla en votos,degrada la ética de la sociedad y pervierte el concepto de lo íntimo.

Saludos a todos.