lunes, 22 de agosto de 2011

SI EXISTIERA MAÑANA...


Una amiga me mostró un pequeño relato que escribió, apenas unas líneas en las que mostraba las distintas etapas por las que una persona enferma de cáncer pasaba: silencio, auto cobijo, lucha, aceptación y vivir el hoy con la incertidumbre de la existencia de un mañana.
Y, a mí, el relato me hizo reflexionar; incluso reí cuando se despedía del cangrejo con ternura, como un compañero. Es una mujer a la que le gusta reir y jugar con la vida, segura estoy que también lo haría con el cangrejo-cáncer.
Con su permiso lo pongo a continuación porque una vez pasada cierta edad, hay personas a las que no les da miedo la muerte, sino la muerte lenta; otras temen a la muerte y no a la enfermedad contra la que, creen, pueden luchar; las que más temen a las dos y pocas a ninguna.
Se habla mucho de la muerte y poco de la anterior etapa. Algunos, como la protagonista del relato, preferirían la soledad; otros una mano querida que les limpie el sudor y les sonría y, unos pocos quieren que se les acompañe con dolor y en él.
No es un tema divertido pero ¡es tan humano!, más que el amor, la maternidad o la política; más que el odio o el sexo. El final de nuestras vidas es el acto más importante en nuestra historia.
Os dejó el texto, e imitando a nuestro amigo Luis, la alternativa.
      “Siento paz tumbada en la arena. Abro los ojos y el sol me obliga a cerrarlos nuevamente.
      Han pasado dos horas o dos días o toda una vida desde que, cansada, dejé de andar por la orilla.
      Ya no me duele la palabra maldita, nada me hace daño, nadie podrá herirme aquí.
      Sigo respirando el aroma a mar, sigo oyendo el bramido del agua que asusta al mundo y a mi me acuna. Como cuando llegué, como cuando paseé, como cuando caí.
      Hoy estoy sola en la playa; sola en la arena, sin la palabra.

      Sola.

      Ladeo la cabeza y cambio de posición. Mejor así, acurrucada, con mis manos juntas sirviendo de almohada y mi trenza deshecha. Una imagen blanca con pinceladas negras y un fondo azul en un blanco lienzo.

      Tranquila.

      Las gaviotas gritan a coro esa palabra. Una palabra en graznidos que se ríe de la mujer de la arena. 
      Desearía matarlas a todas y volver a escuchar la balada dulce del agua. 

      Aún respiro, veo y oigo. Aún puedo emocionarme y cambiar de postura. Aún puedo sentir y odiar. Podría, sin duda, amar. 

      Hoy vivo.

      El cangrejo llega torpemente a mi lado, me mira con sus ojos negros y me recuerda la palabra: cáncer.
      Le sonrío, me levanto y me despido: "hasta mañana, cangrejo".

      Si mañana existiera.”

Julia

5 comentarios:

  1. La actitud ante una enfermedad incurable y galopante,depende de la personalidad de cada uno.Al saber el diagnóstico,suele haber reacciones muy comunes - de esto,Luís debe saber mucho-, de angustia,de miedo...
    Creo que luego, aparece la resignación y la aceptación.
    Me parece que cuantos más vínculos se tenga con las cosas que nos mantienen vitales,y con las que disfrutamos, hay menos desesperación para desear la muerte.
    Conocí un caso de una persona que amaba la música y, aunque estaba en fase terminal en un centro de cuidados paliativos,deseaba seguir viviendo para escuchar sus obras preferidas.Y, cuando este placer ya no fue suficiente para ella,pidió ayuda para morir tranquilamente.
    Si no tenemos nada que amar apasionadamente, la vida, en sí, no es nada.
    Este texto me hace recordar que tengo que acabar uno sobre la eutanasia, para traer a la tertulia.A ver si me decido.

    Saludos.

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  2. Encuentro en este relato confusión de identidades: publica "la mujer florero", firma "Julia", y la autora del relato es una amiga de ellas.
    Dejando aparte esto,opino que es un buen tema,que supera, en mucho, la forma en que se expresa.La emoción no me llega por el relato en sí, sino porque he conocido personas enfermas y puedo evocar momentos muy emotivos.
    La alusión al cangrejo -signo de Cáncer- me sobra, dadas las circunstancias.
    El tema nos atañe a todos; no estamos libres de padecer una enfermedad.
    De momento tengo la suerte de que lo único que me duele,algunas veces, es la rodilla derecha en las bajadas.
    ¡¡ Salud, amigos !!
    Fany

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  3. Fany, no hay confusión; la mujer florero es la autora del relato: mi amiga. Dado que soy absolutamente nula en informática, pedí a Luis si ella pudiera abrir el hilo, algo que el autor me concedió.

    Perdonad este lío de identidades.

    Julia.

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  4. En un momento de la evolución humana (el árbol de la ciencia del Génesis), el hombre (y la mujer) conoce que va a morir (árbol de la vida). Es el comienzo de la angustia que trata de evitar a toda costa y de diversas maneras pero nunca afrentándola. Por eso, el lance mortal es momento de temor ante el dolor, miedo ante lo oculto, desesperación ante lo inevitable, angustia a dejar de ser y vértigo al desconocido destino de la nada. Cada uno debemos torear nuestro toro de la muerte que, en muchos casos, está pastando ya sus primeras yerbas y, aunque estemos rodeados de afectos, será una faena apartada e íntima que deberemos hacer en solitario; y nadie puede decirnos cómo es, nadie nos podrá consolar, nadie nos podrá comprender. Es el final del gran misterio de la vida.

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  5. Julia, no tienes que pedir disculpas.No has ofendido a nadie.
    Pero opino que el formato empleado lo veo más propio de un foro, o de un blog privado, que de una tertulia.Aquí, creo más adecuado traer, directamente,las reflexiones personales sobre un tema. Es mi sincera opinión.
    Saludos amistosos.
    Fany

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