Dicen todos los gobiernos, el nuevo también, que la educación es un servicio social intocable, prioritario, al que van a preservar de los recortes presupuestarios que impone la actual crisis económica..., pero ¿qué entienden por educación?
Cuando yo era pequeño, si alguien te decía “maleducado” no era solo una descalificación personal, era también una afrenta a tu entorno familiar. Uno se educaba en el seno familiar y a él se atribuía el mérito o demérito de tu comportamiento cívico. Cuando, ya de mayor, actuabas al margen de la conducta social que se esperaba, te calificaban de “ordinario”, “soez”, “impertinente” y otros apelativos similares, siempre atribuidos a tu mala educación juvenil.
Por eso, los padres y familiares más próximos procuraban enseñar a sus hijos los parámetros de conducta para vivir en sociedad; les iba en ello su amor propio. Sin embargo, no todos los padres sabían proporcionar modales apropiados, por lo que debían recurrir a personas instruida que lo hicieran en su nombre, los maestros. Era esta mutua colaboración consentida la que dotaba al niño de unas normas de comportamiento que le permitía conducirse correctamente por la senda de la convivencia.
Naturalmente, no siempre era posible esta correlación; la ignorancia o la desidia de los gestores populares, falta de principios paternos y el desenfoque escolar frustraron tradicionalmente la educación de muchos de los que nos precedieron. Y no es cierto que estos inconvenientes estuvieran necesariamente relacionados con la baja condición social; es, justamente, la mala educación de la gente poderosa la que ha originado y mantenido siempre la brecha maldita que sigue empozoñando la convivencia social.
Hoy, con el progreso, hemos adquirido la conciencia de que la educación no es un atributo que solo favorece al individuo, sino que es un pilar básico donde descansa el bienestar de la comunidad. Y los políticos se ha apresurado a tomarlo al pie de la letra y lo ha grabado definitivamente en el frontispicio del llamado “estado del bienestar” junto a la alimentación y la salud. Pero, en su afán de destacar su protagonismo, han confundido su esencia.
En primer lugar, amparándose en la imposibilidad, la incapacidad o el escepticismo de algunos padres, hurtan a la familia su papel de promotora de la educación, y, sin darse cuenta —o sí—, vuelven a caer en el adoctrinamiento —antes el “Ripalda” al ultranza y ahora la “Educación para la ciudadanía”— , diseñando un modelo de conducta que, en vez de atraer con el ejemplo, obligan a interiorizar una normativa rígida y protocolizada dirigida desde atalayas donde predomina el dogma y el sectarismo (¡ay!, si Giner de los Ríos levantara la cabeza). Da miedo pensar en una sociedad de individuos perfectamente adoctrinados en sus conductas; menos mal que, con la laxitud con que se conducen algunos maestros, el proyecto se convierte en puro formulismo: en muchas de las escuela, especialmente las públicas, los niños y adolescentes campan por sus respetos, mientras el grueso de los maestros o están ganados por la política o, frustrados, se pliegan en la indolencia dando su vocación por perdida.
En segundo lugar, confunden educación con instrucción. Educar, que como digo, significa encauzar comportamientos instintivos individuales para convivir en sociedad, incluye, sin duda, ciertos conocimientos y habilidades extras que ayudan a esa conducta (leer, escribir, conceptos básicos , operaciones sencillas, etc.) pero nada tiene que ver con instruir, que quiere decir enseñar determinados procedimientos para desempeñar una acción específica con un objetivo definido (casi siempre profesional). Si la educación está relacionada con la convivencia, la instrucción lo está con la capacidad de ejercicio, personal y exclusivo. Y es importante diferenciar ambos conceptos porque su gestión también debe ser distinta. El aprendizaje de la normas de convivencia (ética, moral) debe ser, como actualmente, dispensado por el colegio en estrecha colaboración con los padres y obligatorio y subvencionado por el Estado, pero la instrucción de un quehacer cualificado (oficio, carrera técnica o universitaria), aunque bajo el patrocinio estatal, debiera ser impartida por profesionales específicos, suficientemente “cualificados” y “experimentados”, dirigida por la demanda social y recibida por discentes que accedieron a su instrucción por méritos contrastados y que acreditan cada día, con su capacidad y su esfuerzo, la eficacia del coste de la inversión. Solo así se evitaría la masificación inútil de nuestras universidades con falsos alumnos sin interés, sin motivación, sin preparación, buscando solo el paso del tiempo en un “ambiente estudiantil” despilfarrando el dinero público. Naturalmente (se hace ya en determinados centros), la industria, la sanidad, el comercio, la propia educación e instrucción, la empresa en general, tiene la obligación de involucrarse en esa tarea colaborando estrechamente con la instrucción.
Por tanto, creo que una cosa es educar, comportarse en sociedad, que debe hacerse en los colegios con el patrocinio del Estado de forma universal y gratuita, y otra es instruir, que debe hacerse en las escuelas técnicas y universidades, pero de acceso limitado por la demanda social y de forma selectiva y meritoria; también sería de subvención pública pero en colaboración con el sector empresarial que aportaría experiencia y empleo.
Comparar el Ripalda con Educación para la ciudadanía, me parece una sinrazón y una frivolidad, impropia de usted.
ResponderEliminar-El catecismo adoctrinaba sobre unas creencias y moral “católica, apostólica y romana”, que había que aceptar y memorizar obligatoriamente –sin posibilidad de réplica ni duda- para salvar el alma porque no seguirlas era pecado.
-La Educación para la Ciudadanía no enseña cuestiones de fe religiosa, ni da consejos para alcanzar el cielo, sino normas de conducta cívica para convivir respetándonos. No hay adoctrinamiento porque:
** cualquier tema se debate en el aula. El alumno tiene libertad de opinión, con el desparpajo que hoy día tienen niños y jóvenes, sin que nadie le condene por sus opiniones.
**Además esta trasmisión de valores cívicos no es monolítica. No existe un programa detallado, ni sectario, emanado del Ministerio correspondiente, sino enunciados generales que cada profesor –y casi siempe las editoriales- desarrollan según su criterio y la evolución del pensamiento en la sociedad y los nuevos conceptos y modelos de convivencia que ha generado.
-Pero lo que da valor a esta Educación Cívica es el debate en las aulas. Esto no es la tabla de multiplicar ni el Ripalda. No hay posibilidad de adoctrinamiento cuando el alumno puede opinar y es el propio profesor el que anima a la participación.
Debería ser más respetuoso con este intento de conseguir que seamos un país cívico y respetuoso con quienes tienen ideas y formas de vida diferentes.
La degradación de valores éticos y cívicos es evidente. Tratar de evitarlo es tarea de la familia y del colegio, pero mientras en el profesional de la enseñanza, forma parte de su vocación y formación, la mayoría de los padres carecen de ambas cosas, y permanecen impasibles ante comportamientos incívicos de sus hijos.
He oído varias veces decir: “no sé qué les enseñan en el colegio”.Clara manifestación de que a los padres “no se les hurta el derecho de educar”-como usted dice- sino que son ellos los que, por diversas razones, desertan de sus funciones.
Admiro el civismo generalizado de otros países, sin duda trasmitido desde el colegio, como valores nacionales y universales dentro del proyecto educativo oficial.
Pero aquí no hay proyecto colectivo, sino de partidos; se pretende que el colegio y la familia sean salvaguarda de los valores tradicionales que la iglesia impuso durante siglos.
No es casualidad que esta Educación para la Ciudadanía esté siendo boicoteada por dos determinados partidos aliados de la jerarquía católica española.
En este punto,usted me decepciona.
Saludos.
Fernando (Profesional de la Enseñanza Pública)
Hola de nuevo:
ResponderEliminarUn tema complejo este.
Para mí, si hay una inversión indispensable para un país, esa es la de educación.
Por lo tanto debe de ser deficitaria; cuanto más mejor y cuanto mejor, más individualizada.
Mal vamos si queremos poner vallas al campo. Uno de los fracasos de nuestra sociedad, ha sido crear cánones de conducta que han perdurado durante siglos, cuando todo está en continua evolución y debemos aprender a aceptarlo y asumirlo cómo algo natural.
Son muchos los factores implicados en la educación y por ello nos cuesta enfocarlos con claridad. De cualquier modo, creo que algo hay que hacer por mejorar sobre todo, los pilares básicos con los que una persona debe de contar, para llegar a realizarse plenamente.
Es fácil para unos padres que se preocupan a diario de sus hijos, decir que nadie tiene porque hacerlo por ellos. Esos hijos, seguramente no lo necesiten, pero cuantos hay que no tienen esa suerte. Podría parecer escandaloso, el hecho de que lo haga una asignatura en manos de un docente, pero en la sociedad en la que vivimos, donde los abuelos son el referente paterno y materno. Donde los padres trabajan todo el día y cuando se ven, es para afrontar los problemas económicos cuando no, su posible ruptura o como en muchos casos, donde el hogar des-estructurado, queda sin padre, madre o abuelos a los que recurrir, quedando la calle cómo libro de consulta y biblioteca universal, ya no es tan escandaloso.
Para mí se hace imprescindible; una oportunidad que no se le debe de negar a ningún niño.
No todos tienen la suerte de encontrarse con un tutor en casa, alguien que los guíe. Y los que tienen, podrán exponer lo explicado por el docente, para que dicho tutor, pueda rectificar o no, la apreciación del profesor.
Opino que la libertad del individuo es fundamental para su desarrollo, pero esa libertad hay que inculcarla desde el respeto a los demás y ligada a unos valores que deben de ser aprendidos.
Nombrar a Giner de los Ríos, es casi usar el nombre de dios en vano. Contando con que seguramente, ni se imaginaría una sociedad como la actual.
La mayoría de los profesores, exigen a sus alumnos una respuesta lo más parecida posible a lo escrito en el libro, que no es de consulta, si no de "memorizaje" para que sean matrícula de honor en el bachiller, y así acceder a la carrera que más salida tenga o que más dinero deje a corto plazo.
Me niego a pensar que son los jóvenes los que pierden el tiempo. Es la sociedad constituida por aprovechados la que los hace perderlo.
Por tanto, no me imagino a nadie, diciendo quién es apto para entrar en la universidad y quién no. Seguramente entrarían los que más tienen, para dejar en la cuneta a los que con mejores notas, no pueden costearse la piiii universidad o escuela técnica.
Los que tienen mucho dinero, acabarían pensando en los que no lo tienen.
Yo no quiero que piense en mi hijo nadie que no sea su madre o yo, o alguna chavala que le haga tilín.jajajajaja
Espero no haber sido muy pesado.
Un saludo.
Buenas tardes tertulianos. Con un café humeante en la cocina de Luis apetece una charla con vosotros.
ResponderEliminarCreo que los tres habeis olvidado que estamos en un mundo globalizado donde los mensajes nos llegan de muchas partes y con muchas tendencias, en el que distintos modelos de sociedad nos llaman. Y cuando digo “nos”, digo a jóvenes, adultos y ancianos, a todos.
Luis, dices:
“En primer lugar, amparándose en la imposibilidad, la incapacidad o el escepticismo de los padres, hurtan a la familia su papel de promotora de la educación, y, sin darse cuenta —o sí—, vuelven a caer en el adoctrinamiento —antes el “Ripalda” al ultranza y ahora la “Educación para la ciudadanía”
Toda una paradoja. Si existe imposibilidad, incapacidad o escepticismo (y lo hay) no se hurta nada, muy al contrario, se sustituye un papel no asumido o con problemas para poder ejercitarlo.
Y hay esa imposibilidad de afrontar con responsabilidad y autenticidad el papel de educadores, porque, ellos mismos, los padres, necesitan ser educados. Si otros, con mejor o peor resultado, quieren hacerlo; ¿a cuento de qué protestan?
Fernando, dices:
“La Educación para la Ciudadanía no enseña cuestiones de fe religiosa, ni da consejos para alcanzar el cielo, sino normas de conducta cívica para convivir respetándonos. No hay adoctrinamiento porque:
** cualquier tema se debate en el aula. El alumno tiene libertad de opinión, con el desparpajo que hoy día tienen niños y jóvenes, sin que nadie le condene por sus opiniones.”
Una manipulación, Fernando. La fe en una determinada forma de vida para llegar a una convivencia que ni los que redactaron el currículo de la asignatura se la cree. Esas normas de conducta no son reglas sagradas, ni siquiera dan respuesta a una mayoría social.
Efectivamente, los jóvenes tienen libertad de expresión ¿y…? no seamos ingenuos ¿tienen libertad de acción y de pensamiento?
Pepe, dices:
Podría parecer escandaloso, el hecho de que lo haga una asignatura en manos de un docente, pero en la sociedad en la que vivimos, donde los abuelos son el referente paterno y materno. Donde los padres trabajan todo el día y cuando se ven, es para afrontar los problemas económicos cuando no, su posible ruptura o como en muchos casos, donde el hogar des-estructurado, queda sin padre, madre o abuelos a los que recurrir, quedando la calle cómo libro de consulta y biblioteca universal, ya no es tan escandaloso.
Para mí se hace imprescindible; una oportunidad que no se le debe de negar a ningún niño.”
Y más tarde, comentas:
“Yo no quiero que piense en mi hijo nadie que no sea su madre o yo,”
¡Qué curioso! Todos los padres dicen igual y critican a los otros, que no son afines a ellos en líneas vivenciales, como malos educadores. ¡Bendita soberbia!
(Continúa en el siguiente post, no me deja más de 4000 caracteres. ¡Hasta Internet quiere rapidez, síntesis!
(Continuación)
ResponderEliminarSueño con una sociedad donde a nuestros hijos se les muestre la diversidad de caminos por los que quieran circular y se les dé las herramientas para que su juicio esté de acuerdo con el modelo más acorde con su propia naturaleza, igual u opuesto al mío
Vaya por delante, a los tres, que podría haber escrito de forma menos políticamente incorrecta, dando la razón a uno y otro (depende en qué estuviera de acuerdo), sería sincera pero no auténtica. A estas alturas de mi vida, en Internet o en el mundo real, no me interesa.
Y ¡ahí va mi opinión! Que, seguro, participará de la paradoja, manipulación y soberbia con la que adjetivo a la vuestra.
Estamos en una sociedad enferma y, nosotros, los que pertenecemos a ella, andamos un tanto despistados en cuanto al medicamento que pueda curarla. Porque de lo que estamos hablando es de una sociedad, no sólo de nuestros hijos. Una sana garantizaría una vida digna, igualitaria en oportunidades, justa, con posibilidades de que puedan realizarse como miembros e individuos. Nosotros, tengamos cuarenta o sesenta años, ya elegimos, ya vivimos y seguimos haciéndolo de acuerdo con nuestros patrones, pero ¿y las nuevas generaciones?
Poneros en su piel, hagamos de la empatía algo real. Los mensajes que reciben son contradictorios: la familia les aconseja estudiar para un futuro estable, la sociedad les muestra que no hay trabajo para los que lo han hecho; el docente les enseña el valor de la tolerancia, del trabajo en equipo, de…y es patente en el aula la marginación con la que, ese mismo docente, margina a determinados chicos a los que presupone “equivocados” en sus preferencias y la desgana y la abulia con la que acomete su trabajo; sed generosos, les dicen en los programas de solidaridad de la TV con los que sus padres están de acuerdo (incluso dan unos euros para Haiti o Somalia) y, el hijo asiste, desconcertado, a la omisión de auxilio a los que puedan necesitarlo en su entorno; no hay otro valor que produzca más satisfacción que el espiritual y/o intelectual, se dirán: ¡qué desgraciados deben ser nuestros padres que “se matan” por tener un Jaguar en lugar de un Renault, por ser jefecillo en lugar de obrero…!
Y, ellos, asisten, perplejos, a esta comedia humana aprovechándose (siguiendo el ejemplo de padres, educadores, políticos y demás elementos sociales) de “las circunstancias”. Como cuando se descalifica a un docente, se le humilla o se le agrede por atreverse a decir del hijo…; como cuando se descalifica a un médico, se le humilla o se le agrede por atreverse a dar o no un tratamiento…, como cuando descalifica a cualquiera, se le humilla o se le agrede , si pone en duda nuestra claridad de juicio, honestidad, equidad y sabiduría.
Seamos racionales y honestos, amigos, con nosotros, con nuestra generación (chula, hipócrita, instruída pero maleducada e inculta —en el sentido amplio de cultura—, prepotente, avariciosa, manipuladora…¿Qué coños queremos conseguir de leyes, gobiernos y educación?
Hay una minoría que no participa de todo ello, no me cabe la menor duda que nosotros (los tres y yo) somos diferentes. (Ja, ja, ja, perdonad la broma…¡me salió!). Con tanta charla el café se quedó frío.
Un saludo.
Julia
Julia ha escrito: Sueño con una sociedad donde a nuestros hijos se les muestre la diversidad de caminos por los que quieran circular y se les dé las herramientas para que su juicio esté de acuerdo con el modelo más acorde con su propia naturaleza, igual u opuesto al mío.
ResponderEliminarDe todos los sueños, ese es sin duda el más hermoso. Estoy de acuerdo contigo.
Pero a pesar de todos esos calificativos con los que nos diferencias de los niños. Creo que ellos se merecen algo mejor y por eso Luis saca el tema y nosotros intentamos aportar nuestro granito de arena.
Yo no he pretendido ser soberbio y además creo que no lo soy, aunque releyendo mis lineas algo de soberbia ha salido. jajajaja
Yo creo que pretendemos sacar de los políticos, la practica de consensuar sus actuaciones con los profesionales de cada gremio. En segundo lugar, que den las mismas oportunidades a ricos y a pobres y cómo máxima, que hagan leyes que permitan que la base educativa sea igual para quienes tienen padres preparados y para los que no los tienen. El futuro ya no es nuestro, ni de los políticos actuales, es de ellos y a ellos debemos de ofrecérselo, en las mejores condiciones. Luego ya sabrán que hacer. Son muy listos, seguro que más listos que nosotros, que crecimos con un régimen tan opresor y tan impermeable.
Un saludo.
Para que una buena educación pueda llevarse a cabo, creo, debe apoyarse en tres factores: Política educativa, sociedad y familia.
ResponderEliminarPOLITICA EDUCATIVA
Vayamos a los años 30, en los que se quiso reconstruir la educación basándose en los principios laicos del liberalismo y en proyectos como la escuela única, laica y gratuita , tomando como ejemplo a a la Institución Libre de Enseñanza.
Se creó el Patronato de Misiones Pedagógicas que estableció bibliotecas y organizó sesiones cinematográficas, audiciones radiofónicas y discográficas, representaciones teatrales, exposiciones reducidas de obras de arte y museos circulantes y se pusieron los medios para que Humanismo y Ciencia pudieran ir de la mano. También los docentes tendrían formación en continuidad y con cursos de perfeccionamiento.
Parecía que la educación iba por buen camino. Y hubo seriedad en querer transformar al hombre de súbdito a ciudadano para convertir, de esta forma, al país en una democracia real.
Volvamos a nuestros días, supongamos que los políticos se ponen de acuerdo (que es mucho suponer) en dejar aparte sus distintas tendencias, “corruptelas”, ansias de poder y demás aditamentos y comienzan a realizar conjuntamente y sin prejuicios, una reforma educativa en profundidad, como la de la II República (me parece un modelo a seguir), donde todas las opciones tengan cabida.
¿Qué os parece? A mí una utopía; pero supongamos que se lleva a cabo.
SOCIEDAD
Vayamos ahora con la sociedad en la que vivimos, la que tendría que aceptar y apoyar esta política.
Vivimos en una sociedad materialista y fugaz al máximo, cuenta la rentabilidad inmediata no la de largo alcance. A diario lo comprobamos sólo con hojear los diarios o ver la televisión. Esta sociedad no quiere para sus hijos un modelo de individuo humano, quieren alguien con instrucción MAYOR QUE LOS OTROS para que pueda ostentar puestos de poder, no desea ciudadanos sino siervos de sus hijos.
(continúa en el siguiente post)
Continúo...
ResponderEliminarSé que lo que digo —e imitándote Pepe— es escandaloso, sé que se oculta, pero es lo que percibo en ella. La hipocresía, tan denostada por los que vivimos otra etapa de España, sigue, con otras manifestaciones, pero sigue, dueña de la sociedad; incluso más que antes, al “bombardearnos” a través de muchos más canales, con los que se afianza en nuestro subconsciente colectivo como algo no rechazable por universal.. Sabe la sociedad, los elementos que la forman, lo que sería correcto y útil, pero el individualismo a ultranza la lleva, aunque publique lo contrario, a desear que se siga con el anterior , siempre que sus hijos sean los que lleven “la batuta”. Paradójico, por supuesto; real, también.
Un paso más en la utopía, si no conseguimos que la sociedad se eduque, que cambie, ¿lo creeis posible? Sigamos suponiendo que ese sueño se hace realidad, que los individuos logran ver el bosque de la utilidad de la anterior política educativa en lugar del árbol de sus propios hijos, supongámoslo.
FAMILIA
En la etapa en la que me eduqué, la familia era el reducto ante un medio hostil, una parte importante de nuestra percepción de la sociedad en la que viviamos, a la que aceptábamos o queriamos transformar. Los mensajes que nos llegaban eran limitados: familia, amigos y una monocorde sintonía estatal. La opción era escasa y los jóvenes se decantaban por una u otra cosa con relativa facilidad, de acuerdo con el enemigo (binario) que pensaban tenían.
Esa concepción de la familia como unidad hoy ha desaparecido. Y no hablo solo de las familias desestructuradas, lo hago con los distintos papeles que cada miembro ocupaba en ella. Los ancianos, con su bagaje de experiencia y su sentido existencial a los que el tiempo despojó de oropeles, son considerados como “tatas” baratas para el cuidado de los hijos; más: nada, excluídos como asesores y no tomados en cuenta cuando no se les necesita (incluso cuando se les necesita). Los padres, esos ausentes en ella, fantasmas que trabajan y trabajan y que cumplen su función, cuando no están excesivamente cansados, los fines de semana. De tíos, primos y demás…¡ni hablamos! Son invitados en celebraciones familiares y de vez en cuando con suerte.
No se me ocurre de qué forma podría sostener la anterior política si apenas tienen contacto entre ellos. Mi sueño de que esa utopía se haga realidad no llega a tal extremo.
Conclusión: Seguimos quedándonos como estábamos mientras la sociedad no se transforme y eso…mmm lo veo difícil mientras que sea el ser humano quien la integre. Siempre nos puede quedar un salto genético (ja, ja, ja).
Un placer charlar con vosotros.
Un saludo.
Julia
Luis, sobre la distinción que haces entre educar e instruir y a quienes compete esa tarea, no veo la separación tajante que expresas.
ResponderEliminarAunque, en la práctica puede ser que una persona instruída no sea un modelo de educación cívica, en teoría la instrucción es una herramienta para serlo, pero depende del uso que se haga de ella.
-En la Enseñanza Primaria y Secundaria, instrucción y educación cívica van unidas.Esta no necesita de programa concreto, sino de incidir en los fallos evidentes de nuestra convivencia social y plantearlos en el aula para ser debatidos.
-Estoy de acuerdo contigo en que educar
"significa encauzar comportamientos instintivos individuales para convivir en sociedad"... Y en que esta tarea corresponde al colegio, a la familia y a la sociedad.
-No veo en esta tarea manipulación, aunque es susceptible de serlo, si hay imposición y se impide al alumno opinar y disentir, como ocurría en el pasado con la educación religiosa.
-En cuanto al acceso a la Universidad, estoy de acuerdo en lo pernicioso de la masificación , en la necesaria colaboración empresarial y en elevar el nivel de exigencia individual.
-No obstante, limitar el acceso no lo veo una buena opción.La limitación no debería ser otra que la competencia y esta se consigue exigiendo el nivel adecuado en las diferentes etapas previas, sin rebajarlo para que las estadísticas no descubran las miserias de nuestro sistema educativo.
-También hay que pensar en que hay gente que va a la Universidad sin más pretensión que formarse y elevar su nivel cultural, o para tener acceso al mercado laboral en el extranjero, por lo que no puede ser la demanda interna la que delimite el acceso a los estudios universitarios.
-Considero muy importante que, antes de imponer limitaciones habría que:
**Invertir en una Formación Profesional de calidad y en prestigiarla socialmente, no haciendo valoraciones distintas entre un buen profesional formado en una Escuela de FP y el formado en la Universidad.
** Crear otros Centros Públicos de Enseñanza no universitara para las nuevas profesiones requeridas por el avance tecnológico.
Pero en nuestro país, quien carece de un título universitario "no sale en la foto" aunque tenga muchos méritos personales como autodidacta o aunque sea un excelente profesional de cualquier oficio.
Es el caciquismo tradicional,llevado al terreno de la cultura.
Saludos.
Estoy de acuerdo con Pepe Herrera cuando dice:
ResponderEliminarEs fácil para unos padres que se preocupan a diario de sus hijos, decir que nadie tiene por qué hacerlo por ellos. Esos hijos, seguramente no lo necesiten, pero cuántos hay que no tienen esa suerte".
Pero no veo por qué "podría parecer escandaloso, el hecho de que lo haga una asignatura en manos de un docente"...
Educar es una tarea inherente al docente de Enseñanza Primaria y Secundaria, etapa en la que niños y jóvenes deben adquirir los valores cívicos de respeto a las ideas y formas de vivir de los demás, el comportamiento en lugares públicos,y a pensar por sí mismos y defender su opinión.
De esto se trata en Educación para la Ciudadanía,pero hay sectores muy conservadores de la sociedad que temen una enseñanza de valores laicos porque creen que con ellos perderán terreno los valores religiosos que ellos predican en sus escuelas privadas, e incluso en la propia Escuela Pública exigiendo clase de religión católica. ¡Eso sí que es escandaloso!.¡Un Estado aconfesional que favorece a una determinada religión.
Pepe,sobre el acceso a la Universidad,estoy de acuerdo contigo: hay que dar oportunidades a todos, pero exigiendo un rendimiento, como hacen algunos países de Europa que, incluso dan un crédito para estudios,pero que tienen que devolver al Estado si fracasan o abandonan.
Un cordial saludo.
Fernando
Julia, no me parecen correctos tus calificativos, al menos en lo que a mí respecta.
ResponderEliminarDedicas demasiadas líneas a decirnos lo enferma que está la sociedad, que no hay nada que la salve, etc. etc.Te muestras muy derrotista y vienes a decirnos "no hagamos nada,porque es inútil".
Y cuando se intenta educar en valores cívicos y laicos con las herramientas que tenemos, tú dices:
"Una manipulación, Fernando. La fe en una determinada forma de vida para llegar a una convivencia que ni los que redactaron el currículo de la asignatura se la cree. Esas normas de conducta no son reglas sagradas, ni siquiera dan respuesta a una mayoría social.
Efectivamente, los jóvenes tienen libertad de expresión ¿y…? no seamos ingenuos ¿tienen libertad de acción y de pensamiento?"
Tienen la misma que cualquier ciudadano; es decir,condicionada por los mensajes que le llegan de fuera del Colegio, de su familia y de los modelos sociales imperantes.
¿Quién dice que las normas de conducta sean "sagradas"?.Además, no son normas,sino valores éticos universales, como es la aceptación de la diferencia tanto de pensamiento como en sus manifestaciones prácticas.
Tampoco dije "fe en una determinada forma de vida".Al contrario,defiendo los distintos tipos de vida que uno quiera darse y eso es de lo que se habla en Educación para la Ciudadanía: no inculcar modelos únicos, sino acordes con el sentir de cada uno y respetar las distintas opciones.Que se reflexione sobre valores éticos en la propia conducta individual y social,etc.
¿Y quién eres tú para decirme que soy manipulador, si no me conoces ni asistes a mis clases?. Te pido más corrección en tus planteamientos, como se viene haciendo en esta Tertulia, según he podido comprobar leyendo los comentarios a otros temas.
Con tu pesimismo y descalificaciones, la sociedad no avanzaría.
Prefiero equivocarme en este empeño que ser pasivo y sentirme derrotado.La experiencia me ha confirmado que a muchos jóvenes les han servido estas enseñanzas.
Saludos.
Vaya mis disculpas a los contertulianos por mis descalificaciones, me siento avergonzada por ello y fue fruto de mi impulsividad al leeros. Hacer a vuela pluma un comentario sin reflexionar antes de ponerlo puede traer estos efectos con un personalidad tan vehemente (desgraciadamente) como la mía.
ResponderEliminarTantas líneas para hablar de una sociedad enferma tenían como objetivo afirmar que no basta, para mi, una buena Ley si no hay una sociedad que la sostenga y, para ello, debería ir acompañada de un programa de educación social; sin él y, por muy buena voluntad que se ponga, sería inútil. No implica ser pasivo, sería coordinar una y otra en un programa global.
Fernando dijo:
“Pepe,sobre el acceso a la Universidad,estoy de acuerdo contigo: hay que dar oportunidades a todos, pero exigiendo un rendimiento, como hacen algunos países de Europa que, incluso dan un crédito para estudios,pero que tienen que devolver al Estado si fracasan o abandonan”.
Absolutamente de acuerdo con vosotros dos.
Un saludo y reitero mis disculpas.
Julia
Me gusta esta Tertulia.Si hay que pedir disculpas,se hace y punto.
EliminarClaro que una Ley no basta -ni sobre educación, ni sobre otros aspectos de la sociedad- para obtener resultados óptimos, si una buena parte de los ciudadanos las contradicen y trasmiten modelos incívicos, intolerantes e individualistas, sobre todo a través de la familia.
-Julia, encuentro contradicción entre la crítica que hizo anteriormente sobre que no cree en programas de educación para la ciudadanía, y lo que dice aquí sobre "la necesidad de un programa social que acompañe a la Ley porque si no sería inútil".
Las leyes sobre Educación deben existir para intentar que los jóvenes, en el futuro, y con el esfuerzo de todos, determinen una sociedad más cívica y más ética.El que la tarea sea ardua, no es motivo para abandonar ni para criticar a quienes lo intentan.
Saludos.
Saludos.
Amigo Fernando:
ResponderEliminarYo solo pretendía exponer, honradamente, mi reflexión sobre la diferencia conceptual de educación e instrucción para iniciar una línea argumental entretenida, instructiva y amena, pero usted ha cogido el rábano por las hojas y ha fijado su atención en un comentario secundario que he usado como argumento para apoyar mi mensaje, y me ha metido en un comentario maniqueo en el que no voy a entrar. En él, usted descalifica a la Iglesia (aunque la desprecie, gramaticalmente es una institución y debe ir con mayúscula, igual que Estado o Educación para la ciudadanía) porque estima que conculca la práctica de unos “valores tradicionales de siglos” que, implícitamente rechaza. Y se declara, en cambio, “admirador de un Proyecto educativo oficial”, diseñado por un indefinido “colectivo social” que pretende “trasmitir” —mediante el colegio “público”, naturalmente— “unos valores nacionales y universales” que conformen un “civismo generalizado”.
Perdóneme, pero eso me suena. Conocí —incluso simpaticé con él, en su momento— un proyecto similar que fracasó como utópico. Hace mucho tiempo que estoy al margen de ese interés religioso-colectivo por el diseño y control de la sociedad en general y la educación en particular. Me sabe a rancio esa pendencia inútil de buenos y malos por dirigir a los demás de una forma determinada. Yo creo en el individuo como persona por encima de la sociedad, no al revés. Y, aunque a veces surjan ideas mesiánicas que se empeñan en domesticarlo, de forma sutil o dictatorial y violenta, tarde o temprano terminan fracasando. En consecuencia, desconfío de todo “proyecto”, religioso o laico, que pretenda adueñarse mentalmente del individuo invitándolo a vivir en “un mundo feliz”. No me atrae ya, después de lo vivido, ese tan manoseado, improductivo y, a veces, peligroso tiovivo infantil.
Pero, desde este “terreno neutral”, me permito hacerle unas observaciones “razonadas y carentes de frivolidad”. Quiero entender que usted desprecia implícitamente “los valores tradicionales”, precisamente porque “la Iglesia los impuso durante siglos”, no porque sean malos en sí mismo. De otra manera me sorprendería que, por su aparente ignorancia —son más antiguos que la religión católica— obviara la eficacia de esos valores en la llamada sociedad occidental, que, con sus luces y sombras, es puntera en derechos humanos y justicia social. Y encontraría paradógico que, al mismo tiempo, los pondere aceptando que, pese a la bondad de la actual educación “oficial”, existe una “evidente degradación de valores éticos y cívicos”.
Seguro que usted, como profesional de la enseñanza pública, se debe preguntar, ¿cómo es posible que, con nuestra moderna pedagogía, tengamos los peores resultados educacionales de nuestro entorno?, ¿quién o quienes elaboran, lejos de la superchería religiosa, unas guías educativas que conducen al comportamiento egoísta, irrespetuoso, irreverente, soez, provocativo, insultante, violento hacia las personas y el entorno que muestra una parte importante de nuestra juventud?, ¿Cómo se alientan o toleran el desprecio hacia el profesorado y la violencia en las aulas?, ¿quién responde de la ignorancia, el analfabetismo en la práctica y el lenguaje limitado a una jerga de diez o doce palabras? No, no estamos haciendo las cosas bien. Todos somos responsables de esa degradación educacional con nuestros torpes comportamientos: los padres por su inconsciencia e incapacidad, los docentes por su desenfoque conceptual y falta de vocación, las instituciones —laicas o religiosas— por sus intereses espurios y la sociedad misma por su progresiva indolencia.
Entiendo el porqué de su decepción para conmigo, pero no la descortesía de llamarme irrespetuoso desde un comentario que demoniza éticas y desvalora a las personas por tener una opinión que no es la suya. De ninguna manera me dejaré llevar por ese trasnochado enfrentamiento de cruces y banderas que siempre acaban en la intolerancia y en el odio (los lemas “cruzada”, “lucha” o “pelea” están siempre en el horizonte).
Un respetuoso saludo.
Creo que usted también "ha cogido el rábano por las hojas" y así es difícil continuar.
ResponderEliminarMis palabras fueron: "Debería usted ser más respetuoso", no que fuera irrespetuoso, como ha interpretado.
Pero para poner punto final a esta falta de entendimiento, LO RETIRO y le pido disculpas.
Vamos a servirnos una copa de vino de nuestra Crátera y brindemos por la concordia en esta casa.
ResponderEliminar. No sabéis cuánto siento esta forma tan desagradable de dialogar.
Luis, igual te molestas conmigo, pero te digo, sinceramente, que no es para tanto. Encuentro más áspero tu comentario que el de Fernando. Veamos:
Comentario de Fernando:
-Fernando expuso su punto de vista sobre Educación para la Ciudadanía con claridad y coherencia profesional, pues aunque reconoce las limitaciones y tropiezos que se dan en la enseñanza y el deterioro cívico, cree necesaria y defiende la Educación para la Ciudadanía en la Escuela e Institutos, con argumentos con los que se puede disentir,pero que son los suyos.
* En la forma, hay dos expresiones que han ofendido a Luis:
1) considerar frivolidad la comparación de Educación para la Ciudadanía con el antiguo catecismo Ripalda .
2) “debería ser usted más respetuoso”...( y que Luis ha interpretado como que le dice irrespetuoso.
** Mi opinión: suscribo la defensa que hace Fernando de esta materia, pero habría sido mejor aceptada, o debatida, sin calificativos hacia las personas, aunque ,sinceramente, no son ningún insulto para sentirse ofendido de esa manera.
-Respuesta de Luis: La encuentro fuertemente marcada por su herida sensibilidad. Emplea un tono poco amistoso, que salta a la vista y al oído.
*Creo que no cita con exactitud algunas palabras de Fernando y tergiversa sus conceptos. Por ejemplo, cuando dice:
--“Quiero entender que usted desprecia implícitamente “los valores tradicionales” precisamente porque “la Iglesia los impuso durante siglos, no porque sean malos en sí mismos”
• Luis,opino que es una interpretación incorrecta.
--“Y encontraría paradógico que, al mismo tiempo, los pondere aceptando que pese a la bondad de la actual educación “oficial”, existe una “evidente degradación de valores éticos y cívicos”
• En ningún sitio se habla de la bondad de la educación oficial actual. sino de la necesidad de incorporar esta materia a la enseñanza para adquirir valores cívicos, para la convivencia, etc.
• Precisamente, se dice al final: “Pero aquí no hay proyecto colectivo, sino partidos...
-Tú tampoco cuidas las formas : “usted coge el rábano por las hojas”, “rancio”, “tiovivo infantil”, “comentario que demoniza”... “trasnochado enfentamiento ,etc.
* Aparte de esto,estoy de acuerdo con lo que dice Luis sobre la responsabilidad colectiva en la degradación de la sociedad.
Por favor, cuidemos las formas y respetemos las opiniones debatiéndolas amistosamente, como venimos haciendo.
Un abrazo a los dos.
Disculpado por su nobleza.
ResponderEliminarSeguro que encontraremos puntos de vistas comunes con los que disfrutar compartiendo ideas y expresándolas por escrito.
Todo un placer.
Del diccionario de la RAE:
ResponderEliminarinstruir.
(Del lat. instruĕre).
1. tr. Enseñar, doctrinar.
2. tr. Comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas.
3. tr. Dar a conocer a alguien el estado de algo, informarle de ello, o comunicarle avisos o reglas de conducta. U. t. c. prnl.
educar.
(Del lat. educāre).
1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar.
2. tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.. Educar la inteligencia, la voluntad.
3. tr. Desarrollar las fuerzas físicas por medio del ejercicio, haciéndolas más aptas para su fin.
4. tr. Perfeccionar, afinar los sentidos. Educar el gusto.
5. tr. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
enseñar.
(Del lat. vulg. insignāre, señalar).
1. tr. Instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.
2. tr. Dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de experiencia y guía para obrar en lo sucesivo.
3. tr. Indicar, dar señas de algo.
4. tr. Mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado..
adoctrinar. doctrinar
1. tr. Instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina, inculcarle determinadas ideas o creencias.
No veo la diferencia.Sus significados se entrecruzan.
Saludos.
Después de leer el tema publicado por Luis y todos y cada uno de los comentarios, opino que es una pena no haber profundizado más en el problema de la Educación, porque es, verdaderamente, un problema muy importante.
ResponderEliminarCreo que ha habido algún malentendido que ha bloqueado el diálogo y actitudes nihilistas,cuya decepción crearía inmovilismo.
Si bien el diccionario de la RAE,considera similares los términos Educar,Instruir,Enseñar y Adoctrinar, en la práctica todos las distinguimos y no es preciso insistir. La palabra que tiene algo de las otras, opino que las englobaría deforma general, es ENSEÑAR. Puesto que siempre necesitamos APRENDER, siempre se necesita que algo o alguien ENSEÑE.No solo las personas nos enseñan, sino también la vida.
La Enseñanza, es instruir y es educar en las etapas de la infancia y adolescencia y para los adultos es, esencialmente, Instrucción.
¿A quién corresponde?.
1-Al Estado
2-A la familia y a toda la sociedad.
3-Voluntariamente a la iniciativa privada (Escuelas e Instituciones privadas).
Creo que cuando se plantea como necesidad y obligación social, nos referimos a los dos primeros puntos.
Mi experiencia me dice que los diferentes gobiernos -de cualquier tendencia política- no han sabido, o no han querido, invertir en Enseñanza-Educación Ha sido siempre la cenicienta de los presupuestos y del interés.Ninguno delos diferentes Planes Educativos ha ido al fondo dela cuestión. Han sido malas copias de los Planes de otros países europeos (sobre todo de Francia), cuando ya estos los habían considerados fracaso.
-El remate fue la E.S.O.En lugar de invertir en una Formación Profesional de calidad,perjudicaron el Bachillerato, convirtiendo los Institutos en un Arca de Noé de habitantes incompatibles.
-Tampoco la mayoría de las familias tiene capacidad para Enseñar-Educar a sus hijos, cada vez más díscolos, y se evaden de sus responsabilidades.
Luis, nadie les "hurta" ese deber. ¡Qué más quisieran los profesionales de la enseñanza contar con el apoyo de los padres en lugar de tenerlos como "contravalores" de lo que se en seña en los colegios.
Estoy de acuerdo con Luis,Pepe, Fany y todos los que han opinado que el Estado tiene que dar igualdad de oportunidades para la Educación e Instrucción, pero exigiendo resultados a los estudiantes.Los malos resultados en las encuestas internacionales, son debidos,precisamente, no por los programas, sino por la falta de exigencia en el aprendizaje.
No quiero extenderme más, pero es un tema determinante para el progreso de la sociedad, y apasionante.
Saludos a todos.
Había visto temas complicados pero este lo es en demasía. Pero pienso que quienes pueden opinar más en propiedad son los docentes, ya sea activos o retirados, porque ellos viven el tema y, más aún lo sufren en carne propia.
ResponderEliminarLos demás solo podemos opinar acerca de la educación que tuvimos, la que hubiéramos deseado tener o la que pensamos que es la mejor para nuestros descendientes.
Yo les creo a los docentes cuando hablan del problema de la educación porque ellos ven los frutos de su trabajo ¿qué lograron sus alumnos que egresaron hace veinte años? ¿qué lograron los que lo hicieron hace diez? ¿qué les espera a los alumnos que están egresando hoy?, creo que no hay mejor instrumento para medir los resultados.
Los que hacen los planes debieran tomar en cuenta lo que dijo Napoleón, que la educación de un niño comienza antes de su nacimiento. Así como estamos no se que es lo que serán de los educandos en los próximos años,